Y despertar inquieto tras mi sueño oscuro,
Y verte, y verte ir, verte morir,
Estoy cansado.
Quiero dormir tres días para ver si se va esa idea rara de vivir,
para ver si se van esas ganas de verte otra vez, verte, verte ir,
Quiero morir otra vez, morirme con esa fuerza de ti, morirnos los dos, morirnos ya.
Saladas luces de mis ojos caen, caen y caen, desesperadas, enamoradas, equivocadas.
Y quiero un nuevo sol, un nuevo día, un día que no vivas tu, un día en el que muera yo,
y si existe ese día voy a guardarlo y recordarlo siempre,
aunque muera, mi memoria no muere, no muere, y no mueres tu, no mueres ni vives, ni eres,
no eres nada, ya no soy nada, por que he muerto, y los muertos no viven, solo mueren, mueren y ya.
Erase una vez cuando todo parecía estar bien, no tenia intenciones de besarte, ni de tomar tu mano, creo que inconscientemente solo me bastaban tus ojos, esos ojos llenos de luz, luz que sin saber fue llenándome de esa agridulce paz que se transformo un día, no se cuando, ni como, en una perversa forma de siempre encontrarte. Parecía que siempre estarías y pensar en el final no era ni siquiera idea, y bastaba solo una mirada tuya, una palabra ingenua, una absurda pregunta para que yo creyera que era una necesidad que nunca olvidarías, las palabras sobraban en la habitación, donde nos hallábamos los dos, a solas, con esa tenue luz y ese escuálido viento que se colaba y que servia para aminorar el humo del cigarrillo que se esparcía en nuestras caras, mientras mirábamos por la ventana, tu barbilla sobre la reja y mis dedos deslizándose sobre el cristal simulando formas, sin tiempo, sin espacios que confundieran las palabras, sin dilemas, sin largos silencios, repitiendo lo que ya sabíamos, un juego de tiempo, un juego en el que la única regla era estar solos tu y yo.
Los días pasaron, hojas de los árboles caían, las calles se miraban distintas, y la música se veía mas larga y profunda, me perdía en ella, te encontraba en ella, y en ella también te perdí.